„Puedes matarme, pero no puedes matar la voz de la justicia.“
Oscar Arnulfo Romero
Oscar Arnulfo Romero y Galdámez, arzobispo de San Salvador, nació el 15 de agosto de 1917 en Ciudad Barrios, El Salvador. Creció en condiciones modestas. Inicialmente, completó una formación profesional de carpintero y en 1931 entró al seminario en San Miguel, dirigido por sacerdotes claretianos. En 1937, empezó a estudiar teología en San Salvador. Continuó sus estudios en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. En 1941, obtuvo el doctorado honoris causa en Teología. En 1942, fue ordenado sacerdote en Roma.
Después de su regreso a El Salvador, Romero trabajó como sacerdote. Finalmente, fue secretario de la diócesis San Miguel. Desde 1967, ocupó el cargo de secretario general de la Conferencia Episcopal de El Salvador. El pontífice Pablo VI lo nombró obispo auxiliar de San Salvador en 1970. Desde 1971, fue redactor del periódico Orientación. Un semanal del arzobispado de San Salvador. Temporalmente, Romero fue rector del seminario de la capital salvadoreña y, en 1974, obispo de la diócesis Santiago de María. Desde 1977, Romero se convirtió en arzobispo de San Salvador.
Originalmente, Romero se consideró teológica y políticamente conservador, incluso simpatizó con la espiritualidad del Opus Dei. Durante muchos años, observó la Teología de la Liberación con desconfianza, porque creía que representaba un marxismo cristianamente ribeteado, un reproche común que en esos años se le hacía a la Teología de la Liberación.
A finales de los años 70, el clima social en El Salvador se caracterizó por la opresión política y por las operaciones violentas contra trabajadores, campesinos y eclesiásticos católicos incómodos. A la oligarquía salvadoreña, ubicada a la derecha del espectro político, el nombramiento de Romero como arzobispo le vino de perlas. A Romero lo veían como garante de un buen acuerdo entre el clero y la política.
Como arzobispo de San Salvador, Oscar Romero puso su atención en la miseria social de su país y en las condiciones políticas responsables de la misma. Tras una masacre de manifestantes que proptestaban por las falsificaciones que tuvieron lugar durante las elecciones presidenciales, y tras el asesinato del Padre Jesuita Rutilio Grande, jalonado por la Teología de la Liberación y amigo de Romero, las opiniones del arzobispo fueron cambiando poco a poco. Definió a la Iglesia como abogada de los pobres y de los que estaban siendo privados de sus derechos. Tomó partido por ellos. Romero fue al grano: “La iglesia traicionaría su amor a Dios y su fidelidad al evangelio si dejara de ser la voz de los que no tienen voz”. Una posición que en los círculos clericales católicos ni remotamente le proporcionó amigos.
A causa de sus esfuerzos por defender los Derechos Humanos, Romero obtuvo en 1978 el título de Doctor honoris causa por la Universidad de Georgetown, en EE.UU., y en febrero de 1980 el de la Universidad Católica de Leuven, Bélgica. Además, fue propuesto al Premio Nobel de la Paz en 1978 y 1979.
Varias veces, Oscar Romero fue amenazado con la muerte a causa de su involucración por los pobres. En su última prédica el 23 de marzo 1980 en la catedral de San Salvador tematizó con detenimiento las atrocidades del militar a los civilistas y apeló a los miembros de las fuerzas armadas salvadoreñas de dejar de obedecer órdenes inmorales.
«Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejército. Y en concreto, a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles… Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: «No matar».
Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia, y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación […]. En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión».
Cuando el 24 de marzo de 1980 Oscar Romero celebró la sagrada misa en la capilla del hospital de cáncer “La Divina Providencia” en San Salvador, fue asesinado a tiros. Estos procedían de un Volkswagen que avanzó hasta la entrada de la capilla. El asesino pudo escapar.
Aproximadamente un millón de personas participaron en las solemnidades del funeral de Romero. Francotiradores provocaron una masacre entre los participantes. Hubo 40 víctimas.
Con el asesinato de Oscar Romero dio comienzo la guerra civil en El Salvador, que causó alrededor de 75 000 muertos y que terminó en 1992 solo gracias a los Acuerdos de Paz. La tumba de Romero, que se encuentra en la catedral de San Salvador, es un lugar conmemorativo para peregrinos de todo el mundo. Hasta el dia de hoy, en Latinoamérica, se le guarda una gran adoración al eclesiástico incómodo y desafiante.
La Comisión para la Verdad, organizada bajo el mandato de los Acuerdos de Paz, logró averiguar el círculo de personas que participaron decisivamente en el asesinato de Oscar Romero. Según el informe de la Comisión, la orden para el asesinato de Romero la dio el Mayor Roberto D’Aubuisson que ya había muerto en 1992. Pero hasta el momento nadie ha sido juzgado en El Salvador.
El 24 de marzo 1994, se inició en el Vaticano el proceso de beatificación de Oscar Romero. Proceso que todavía perdura.